miércoles, 4 de julio de 2012

La muerte y la doncella: Varney el vampiro

No se tiene mucha idea sobre la génesis de esta novela, un novelón gótico que dicen que fue la fuente de inspiración para la creación del vampiro-gentleman que Bram Stoker definió en Drácula. Los nombres que se barajan como posible autor de este penny dreadful (las novelas espeluznantes que valían un penique en la época victoriana) son Thomas Preskett Prest o bien James Malcolm Rymer, con ilustraciones de G.T. Bourne.

La novela, inédita en castellano, empieza con una escena, la entrada del vampiro en la habitación de una joven aristócrata, que me sorprendió completamente por la descripción escabrosa que hace del vampiro y cómo se palpa el terror de la chica, que intenta escapar infructuosamente de su depredador.

Al encontrar estas ilustraciones, que encajan perfectamente con la idea que tenía para la sección La muerte y la doncella, me he decidido a traducir un parrafito de la novela, en que se ve el estilo del autor a la perfección.


El señor Varney está en los huesos... Lo mejor será que se zampe algo.

La figura se giró y la luz cayó completamente sobre su faz. Era íntegramente blanca, vacía por completo de sangre. Los ojos eran como estaño pulido, los labios se separaban en una mueca y, junto aquellos horribles ojos, destacaban sobre todo sus dientes, de aspecto aterrador, protuberantes como las de un animal salvaje, de un color blanco espantoso, afilados como colmillos. Se acercaba a la cama con un movimiento casi deslizante… Hacía resonar, al entrechocarlas, las largas uñas que parecían colgar literalmente de sus dedos. De sus labios no brotaba ningún sonido… ¿Estaba enloqueciendo aquella muchacha joven y hermosa, al verse expuesta a tanto horror? Había levantado los brazos, pero ahora ni siquiera podía gritar buscando socorro. La capacidad de articular palabras la había abandonado, pero ahora era capaz de moverse de nuevo… Pudo recular por el borde la cama, lentamente, alejándose del punto al que se acercaba aquella espeluznante aparición.
Pero sus ojos estaban fascinados… La mirada de una serpiente no la hubiese logrado hipnotizar mejor de lo que estaban logrando aquellos ojos metálicos e insólitos que se inclinaban hacia ella. La figura se había agachado, de manera que ya se percibía aquella extraordinaria altura, y su pálido rostro, horripilante, sobresaliente, se había convertido en su rasgo más notorio. ¿Qué era? ¿Qué buscaba allí? ¿Por qué tenía aquel aspecto? ¿Por qué parecía que no perteneciese a la Tierra?

La cena está servida.

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